Ahora que estamos muy pendientes del Sur de Asia con
motivo de las continuas alarmas por los tan temidos tsunamis o maremotos, que
elevan la altura del mar cientos de metros, arrasando las costas de esos países
y aumentando las cifras de muertos en miles, vamos a refrescar la memoria
histórica de nuestro pueblo con el terremoto que se dejó sentir en Carriches
por el año 1755.
Parece mentira, pero es cierto.
Cuentan las crónicas que la mañana del día 1 de noviembre
de 1755, festividad de Todos los Santos, había amanecido con toda claridad,
como otros muchos días. Eran las 9:40 horas de esa mañana cuando un gran
temblor de intensidad 9,0 en la escala de Rigther se dejó sentir en la
península Ibérica y el norte de África. El epicentro se localizó frente a la
costa Atlántica de Portugal, que fue la más afectada.
Lisboa fue la ciudad que peor quedó. Las consecuencias
del temblor no sólo quedaron en el destrozo de casas y edificios sino que un
grave incendio asoló lo que quedaba en pie y la gran ola del maremoto inundó los barrios bajos de la
cuidad.
Como ya hemos dicho, la gran intensidad del terremoto
(9,0 en la escala de Rigther) se hizo sentir en toda la península, afectando
también a Carriches en sus casas y edificios más importantes.
Así, en el libro de fábrica de la iglesia de Carriches se
menciona este hecho y las consecuencias que tuvo: “reedificar los cimientos de la iglesia”, “componer la gradería del cementerio, coger las aguas y hacer una
calzada”, “y la pared de la sacristía
que se abrió con el terremoto, según informaron a Su Merced, necesita también
un botarel o pilar de ladrillo que la sostenga y verifique”.